Casting: Erin N. Doyle

¡Luces, cámaras, acción! Rondaban las cinco y media de la tarde, pero aún la extenuante sesión de fotos seguía en curso. Erin tenía que posar ante su mejor amigo: la cámara. Brillante, reluciente y sumisa ante ella. El fotógrafo solamente podía deleitarse ante la belleza natural de la muchacha; otros murmuraban extasiados por tener delante a la flor irlandesa del Black Rose, que con su cara hacía propaganda mientras usa las marcas que el hotel suele elegir especialmente para las clientas de economía alta. Más allá, estaba su madre observando en silencio con una sonrisa presuntuosa, había vuelto de un viaje y, nunca debe perderse los eventos de gran importancia de su pequeña princesa – por más pequeños que sean –.

Mucho más al fondo, el director del hotel, Shin Woo, su víctima número uno. Después de todo, éste es el que se encarga de pagar todo lo que hay en aquella habitación. Sin embargo, estaba mostrando cara de descontento. No suele concurrir pero tan solo hizo alarde de un capricho porque: Erin obtiene lo quiere. El aire acondicionado estaba encendido, perfecto clima para ponerse cualquier cosa encima… O mejor dicho, cualquier alta costura.

— No importa lo que se ponga, ¡se ve perfecta en todo! —Asumió una de las empleadas de forma maravillada. En parte envidiosa; en parte cumpliendo su deber de admiradora. El fotógrafo bajo la cámara, y le dijo que ya podía irse. Su madre se había ido minutos antes por una llamada urgente, y para su fortuna, el joven coreano se le acercaba con una fulminante mirada:

— ¿Acaso eres estúpida?, mira que hacerme perder el tiempo por uno de tus espectáculos. —Escupió directo. Si aquello fuera una mordida, de seguro cualquiera estaría agonizando de dolor.

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¡Buena suerte!

Erin le dedicó un mohín al asiático, seguido por una pequeña sonrisa burlona. Sus palabras no le afectaban en lo más mínimo. Ella misma poseía una lengua tan bífida y afilada como la del director del hotel, sus palabras no podían lastimarla, si bien la ofendía su actitud indiferente hacia ella. No es que el hombre tuviera alguna cualidad que le atrajera, pero el simple hecho de que no cayera rendido ante ella la hería profundamente. Nunca había sucedido y sin duda, no duraría mucho. La chica usaría cada arma en su arsenal hasta asegurarse de ver a Baek Shin Woo besando el piso por el que Erin caminaba.
Con un tono falsamente adorable e inocente, comenzó a hablar  - Simplemente pensé que le gustaría estar presente, se lo importante que es el hotel para usted e imaginé que querría presenciar el desarrollo de la sesión. – respondió mirándolo directamente a los ojos, al principio con una mirada inocente que se transformó en una mirada segura con una pizca de coquetería, claramente burlándose de él. Por supuesto, el único fin de haberlo hecho llamar era obligarlo a verla posando una y otra vez, en su ambiente, frente a una cámara, en donde ella era dueña y señora.
Aún frente a él, llevó las manos a su espalda para bajar el cierre del vestido violeta que usó para la última parte de la sesión, quedando en ropa interior, un hermoso conjunto de satén y encaje de colores claros. Se aseguró de que la mirada de su jefe paseara discretamente por su cuerpo antes de aceptar la ligera bata que una de las empleadas le extendía para ponérsela y cerrarla. Desde muy joven se había acostumbrado a vestirse y desvestirse con naturalidad durante sesiones fotográficas o desfiles y no iba a perder la oportunidad de lucirse frente a su presa. Aunque por supuesto, sabía que para llegar a él, necesitaba más que belleza.
Aprovechando la ausencia de su madre, le hizo una señal a una de las empleadas, que le trajo una cajetilla de cigarrillos, un vicio que su madre detestaba. Sacó un cigarro completamente negro, de clavo, sus favoritos y lo encendió. Le dio una calada antes de mirar directamente al hombre frente a ella y dejar salir el humo a través de sus carnosos y sensuales labios, de una forma que sabía que la hacía ver extremadamente sensual, dejando que la viera por un momento tal cual era: fuerte, calculadora, acostumbrada a tener lo que deseaba. Sabía que él podía ver siempre a través de su fachada de princesa dulce, pero tal vez era tiempo de tomar control de la situación.
Era un juego peligroso y cada pieza debía ser movida con infinito cuidado.
- Espero que te haya gustado lo que viste – dijo en un tono directo, seguro y sugerente antes de dedicarle una última mirada y darse la media vuelta, dejándolo solo de pie en el lugar.